¿Pasas envidia con las redes sociales?
Te propongo un test para detectar si tienes FOMO, o lo que es lo mismo, si sufres de celos y ansiedad provocada por las redes sociales. Imagina la siguiente situación y elige la respuesta con la que más te identificas:
Es viernes por la noche y has decidido quedarte en casa preparándote una cena con cuatro cosas del supermercado de la esquina —así no gastas, que la cosa no está para hacer muchos derroches, y te levantas pronto el sábado por la mañana para adelantar un trabajo pendiente—.
Antes de sentarte en el sofá ante la tele con tu cena, cometes la osadía de mirar Facebook o Instagram y ves: que uno de tus amigos ha subido una foto del escenario de un concierto a punto de comenzar, otra pareja de conocidos acaban de llegar a una escapada de fin de semana en unos viñedos con spa y una chica que aparece en tu newsfeed y que recuerdas vagamente conocer está a punto de aterrizar en Londres. Todo ello va acompañado de los habituales comentarios del tipo «que bien lo vamos a pasar» y de sus correspondientes hastags y sus decenas de me gusta.
¿Cuál es tu reacción?
A) Sales de la aplicación y te comes tu cena tan a gusto.
B) Sientes un picotazo ligero pero manejable de envidia por no estar en Londres o no ir al concierto.
C) El desasosiego te consume, momentáneamente odias a esa gente y te lamentas de tu aburrida vida y de estar desperdiciando una noche llena de posibilidades.
D) Agarras tu comida y tu cerveza y la colocas a modo de bodegón. Arreglas la luz y subes una foto con el comentario «no hay nada mejor que una noche de relax en casa».
Si has respondido A, felicidades, has alcanzado el nirvana —y, probablemente, te mientes a ti mismo—. Si has elegido B, C o D, cuidado por que estás en el área de peligro del FOMO y tendrás que aprender a controlarlo.
FOMO son las siglas para fear of missing out en inglés o miedo a perderse algo. Se trata de un trastorno de ansiedad provocado por la información que nos llega de lo que hacen los demás que funciona como resorte para nuestras inseguridades y miedos latentes. No es nada nuevo, pero sí lo es la intensidad con la que se ha propagado en un mundo permanentemente conectado por las redes sociales, donde ya no es posible refugiarse en el tradicional antídoto de ir cada uno a lo suyo y mantenerse en una feliz ignorancia de lo que nos estamos perdiendo .
El envidiómetro llegará a cotas muy altas este verano
Un test parecido al anterior proponía, ya el verano pasado, la revista GQ justo en medio de las vacaciones de agosto. Y es que el verano y las vacaciones son la época perfecta para el repunte de los brotes de envidia causada por las redes sociales. Recordemos que uno de los fenómenos fotográficos del verano pasado fueron los selfies donde solo se veían los pies tumbados con un fondo playero con el mensaje subliminal de «mira que a gusto estoy».
Este verano, que comienza esta semana, no tiene pinta de que el brote vaya a remitir. Al contrario, con las redes sociales como Instagram en pleno crecimiento (200 millones de usuarios y 20 billones de fotos subidas) y con todos esos post de gente pasándoselo pipa actuando como mosquitos que transmiten la malaria, el FOMO promete alcanzar niveles de epidemia.
El efecto Instagram en el turismo
Es en esta estrecha relación del FOMO con las vacaciones donde enlazamos con el tema de este blog. La tecnología ha creado un entorno donde observamos a otros a través de las redes sociales visitando lugares maravillosos y esto nos inspira para imaginar y contratar nuestras propias experiencias.
Expresado de una forma más positiva que «miedo a perderse algo» a veces se habla del «efecto Instagram». La gente no solo sube selfies de sus pies en la playa, sino de aquellas experiencias que consideran especiales y que a los otros les pueden parecer especiales. Las redes sociales tienen un efecto motivador e inspirador para el destino que elegimos, el alojamiento o las actividades turísticas que deseamos tener. Este efecto Instagram ya forma parte de la toma de decisiones en la contratación y compra de productos turísticos. La tecnología facilita y acelera, cada vez más, el proceso de compra y ahora con unos pocos clicks podemos saber cuánto nos va a costar y adónde acudir para reservar esas vacaciones de ensueño que vemos circular en los hilos de nuestras redes.
La industria turística es consciente del impacto de esas imágenes en el comportamiento del cliente que viaja y está desarrollando estrategias sofisticadas para comprenderlo y explotarlo. Instrumentos de escucha en las redes sociales, datos de localización del cliente, comentarios en portales de valoraciones, métrica de búsquedas, analítica del comportamiento en la red son, entre otros, elementos que se están estudiando para detectar los cambios en los gustos y comportamientos del viajero.
Alinearse con esos comportamientos y gustos del cliente creando productos adecuados es una clave para el éxito de un negocio turístico que sea capaz de cumplir con las expectativas actuales del viajero. A la hora de diseñar mi producto o servicio y de definir mi oferta, es interesante tener en consideración esos gustos y comportamientos que evolucionan y que se muestran y contagian en las redes. Algunas formas de hacerlo son:
- Ofrecer servicios y productos dirigidos a la parte emocional del cliente.
- Crear experiencias fotogénicas cuidando los elementos visuales del producto o servicio que ofrecemos.
- Facilitar la forma de compartir y recordar la experiencia.
El hotel 1888 se Sydney ha llegado tan lejos como para re-diseñar todo su espacio en función de los gustos de los usuarios de Instagram. La decoración está llena de rincones fotografiables incluida una zona para selfies en la recepción. Las habitaciones han sido decoradas con paneles digitales de fotos subidas a Instragram por usuarios australianos y se anima a los huéspedes a participar subiendo sus propias fotos del hotel con noches gratis para premiar a los mejores.
Y, aunque no se trata de un servicio turístico, sino de un evento puntual, no me puedo resistir a subir estas imágenes ya que está cargado de los elementos visuales y emocionales a los que me refiero —probablemente, hasta en exceso—. El estreno en París de la película La Vida de Pi se hizo en una piscina construida en los años 30 donde los espectadores estaban sentados en barcas sobe el agua con sus chalecos salvavidas y sus gafas 3D. Lo de la piscina tiene relación con la película, ya que el nombre de uno de sus personajes homenajea a otra piscina parisina del mismo arquitecto que está en ruinas —actualmente, esta siendo reformada para ser un hotel—.